martes, julio 24, 2012

"ALEM FUE EL ÚLTIMO LIBERAL ROMÁMTICO"

Entrevista con Ezequiel Gallo



Siglo XIX. A Gallo (arriba) le apasiona la historia política de fines del 1800, en la que se movió el caudillo radical (sobre estas líneas).

En su libro Alem. Federalismo y radicalismo desmenuza la vida y el pensamiento político del fundador de la UCR. Lo presenta como un hombre obsesionado con la división del poder. También habla de la personalidad ciclotímica y del suicidio del líder popular.

“Leandro Alem construyó una doble figura en el plano público: fue un excelente legislador, pero un mal jefe político. Esto estaba relacionado con las características de su personalidad ciclotímica, con idas y vueltas, que le impidió tener la estabilidad necesaria para liderar su partido”, explica Ezequiel Gallo, historiador, autor del recientemente publicado Alem, Federalismo y radicalismo. “¿Por qué fue importante? Porque fue el último federalista clásico, después de él nadie levantó las banderas del federalismo autonomista”.



Doctorado en Oxford, Gallo es autor de La pampa gringa y Carlos Pellegrini. Orden y reforma. También escribió La formación de la Argentina moderna, y La república conservadora, ambos con Roberto Cortés Conde, y De la República posible a la República verdadera, con Natalio Botana.

–En su libro usted remarca el federalismo de Alem, cuestión generalmente desdeñada por la UCR.

–Más que rosista, Alem está en la línea del federalismo de Manuel Dorrego, en el autonomismo de Alsina. Él es alsinista de entrada, aunque luego se pelean políticamente. Una de sus paradojas históricas que marco en mi libro es que el partido que él funda, la UCR, no sigue la postura federalista de Alem. Un dato  interesante es que, en 1880, mientras él critica la federalización de Buenos Aires en la Legislatura porteña, Hipólito Yrigoyen, que era diputado nacional, la apoya en el Congreso. Y esta línea es la que va a triunfar en el radicalismo posterior.

–¿En Alem se trata de un federalismo que viene del liberalismo?


–Ésa es su obsesión: delimitar el poder, por eso habla de la “maldita centralización”. Mantiene ese discurso muy fuerte, es un tema que lo acompaña hasta su muerte. Su campaña a favor de la pureza del voto tiene que ver con la división del poder. Él cree que los gobernadores de las provincias han dejado de funcionar como un freno al poder central porque están inmersos en un sistema político –la liga de gobernadores y el PAN– en el cual el voto fraudulento es una pieza clave.

–¿Por qué se suicida?

–Reconstruí el episodio y tengo una visión distinta de la canónica. Creo que muere por casualidad en la puerta del Club del Progreso y no en manos de sus amigos. Él los reunió en su casa y se va al coche a dispararse en el corazón. Creo que el cochero no escuchó el disparo y por eso no murió entre sus amigos. Pero el suicidio de Alem no fue sorprendente, dada su personalidad ciclotímica. Se han dado sesenta versiones, desde que una mujer lo abandona, hasta la traición de Yrigoyen, razón que me parece la menos creíble. No encontré un motivo contundente, pero lo que sí es ciertoes que tiene cierta teatralidad. Es un testamento político, un mensaje. Alem reconoce que no puede llevar adelante su revolución, porque su frase “He terminado mi carrera, he concluido mi misión. Para vivir estéril, inútil y deprimido, es preferible morir. ¡Sí, que se rompa, pero que no se doble!” es un reconocimiento de su derrota.

–¿El radicalismo retoma sus principios?

–Lo hace para la galería, porque Yrigoyen toma el poder del radicalismo derrotando a los partidarios de Alem, que se encolumnaron detrás de Bernardo de Irigoyen. Hipólito tiene una visión y un estilo muy distintos a los de Alem; es un centralista, con lo que no puede tomar su legado. Alem es el último liberal romántico, un personaje muy decimonónico, que no entra al siglo XX.

Es un liberal popular, también, ¿no?

–Sí, claro. Como Dorrego y Alsina. Son cultores de la tradición liberal popular, y al mismo tiempo radical, porque juega siempre al límite. Y es inflexible, se niega a hacer concesiones. Su frase “en política se hace lo que se debe y si no, no se hace nada” lo pinta de cuerpo entero. Alem no sería muy popular hoy entre los políticos y la gente.

Publicado en http://www.criticadigital.com/